El Manzano

Por Salvador Gallardo

Pobre del abuelo, se pasaba la vida renegando del manzano; un día tuvimos que quitarle el hacha de las manos. Nos gritó que para qué queríamos un árbol estéril.

Cuando hoy salí en la madrugada a callar al perro, descubrí el fruto pendiendo de la rama más maciza. El viento con su soplar continuo, hacía oscilar al péndulo enrojecido que nunca esperamos fruteciera.

No sé cómo me atreví a romper aquella catedral de silencio con un grito que abrió en el aire su abanico de histeria. Todas las cosas recobraron de pronto su realidad estúpida, sólo el abuelo continuó sumergido en su consistencia de fruto, adormeciéndose con el monótono vaivén de su columpio. (1958)


Cuento extraído del libro "Estancias del Sueño", del mismo autor.

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